sábado, 16 de noviembre de 2019

CHARLA DE MIKEL IRAUNDEGI


Como os anunciábamos en el primer número del boletín, los días 4, 5 y 6 de Octubre tuvimos el encuentro de Fraternidad Molante. Era el primero de este curso. Mes misionero extraordinario y el tema también entrono a la misión… ¿Qué mejor que unas ideas sobre la Misión de Jesús? Pues así fue la ponencia de Mikel Iraundegi.

Para los que no le conocéis, Mikel es diacono permanente en la Diócesis de San Sebastián y trabaja en la misma llevando areas como la pastoral familiar entre otras. Formó parte de la Fraternidad Molante y sigue siendo de la familia.

La ponencia fue un regalo y nos sentimos como en casa. Esperamos que lo disfrutéis y os sirva de guía para reflexionar.

Eskerrik asko Mikel!

LA MISIÓN DE JESÚS

Mes extraordinario misionero. Ayer empezó el Sínodo de la Amazonía, en el día de San Francisco de Asís, y es un momento especial para la Iglesia.

Así, pues, he recopilado unas ideas en torno a la misión de Jesús:

1ª. Entre todas, la más teológica. Quiero subrayar que hay una relación intrínseca, una comunión entre la misión de Dios Padre (teológica), la misión de Jesús (cristológica), la misión de la Iglesia (eclesiológica) y la misión de cada bautizado (personal). Son misiones diferentes pero indivisibles a las que une el Espíritu Santo, y que compartimos cada uno de los bautizados con el sacramento de la Iglesia, con Cristo y con Dios.

2ª. Jesús y su misión. Cuando hablamos de la misión de Jesús hablamos poco de su vida oculta y yo creo que estos 30 años de vida oculta de Jesús son tan importantes como sus tres años de vida activa. Como sabéis Jesús se marchó al desierto 40 días. Su vida oculta y el desierto fueron tiempos de discernimiento sobre cuál era su misión, su sentido de la vida, cómo quería orientar su existencia… No hay misión sin discernimiento.

3ª. En la persona de Jesús vemos como identidad, vocación y misión coinciden. No hay doblez no hay mentira, no hay máscara, no hay fracción sino unidad, coherencia.  Si Jesús se presenta como modelo de madurez humana es por su coherencia entre su esencia, su deseo más profundo y su misión. Muchas veces nos encontramos con esta fracción interna: “No hago el bien que quiero, hago el mal que no quiero” (San Pablo).

4ª. Necesitamos creer que Jesús alcanzó la plenitud del ser misionero en la impotencia de la cruz, en el suelo… La cruz es la expresión máxima, plena, de la acción salvífica de Cristo, de su fidelidad al Padre. Es su máxima misión expresada en la máxima impotencia. Porque misión no se identifica con activismo sino con fidelidad.

5ª. Todo apostolado, toda misión, toda salida tiene necesariamente su fundamento en la vida de oración y en la vida interior. Jesús durante su vida activa vive muchos momentos de soledad, oración, vida interior. El motor de la actividad, del servicio es justamente la pasividad, el encuentro en la oración, alma de todo apostolado.

6ª. ¿Cuál es la misión de Jesús? La obediencia al Padre. No tiene un plan establecido. Cuestión fundamental: a quién obedecemos. La antropología teológica y la moral hablan de tres posibilidades: la heteronomía (vivir bajo las normas ajenas). Hoy en día, en nuestro contexto, donde la libertad es un valor tan considerado, la heteronomía suscita rechazo. En su contra estaría la autonomía: El criterio de mi actividad y mi actuación soy yo y mis propias normas a las que obedezco. En teología moral, cristología y antropología teológica se habla de la experiencia de Jesús: la teonomía (Dios no es alguien extraño, pero al mismo tiempo es trascendente, está más allá de mí mismo y al mismo tiempo es más interior que mi misma intimidad). La teonomía, misterio de la fe, es la obediencia a Dios, realidad que está en mi interior, pero que al mismo tiempo me trasciende. Por eso la teonomía no se puede equiparar ni con la heteronomía ni con la autonomía. La misión de Jesús fue la teonomía, la obediencia al Padre.

7ª. Jesús es muy consciente de que su misión no es suya, sabe que es enviado, que es colaborador y cooperador con el Padre, como Hijo, en la instauración de su Reino. Jesús, en su vida, no actúa nunca como un francotirador porque sabe que la misión no es suya ni le pertenece. Jesús es el ENVIADO y el MISIONERO. Nuestra misión y nuestro modelo de ser enviados lo tenemos en Él.

8ª. El Reino de Dios es vivir, servir, trabajar por un mundo donde todos nos sintamos hijos e hijas de Dios, por tanto, hermanos y hermanas. Es la fraternidad donde imperan la ilusión, la integración, la comunión, la solidaridad, la opción preferencial por las personas más desprotegidas, los últimos. De esa visión de las cosas deriva la denuncia contra aquello que crea injusticia y exclusión, así como la opción preferencial por las víctimas. Lo importante: Entender el Reino de Dios como fraternidad inclusiva, integradora. A eso se dedicó Jesús y por eso le mataron. Por querer constituir una sociedad fraterna.

9ª. Muchas veces con la cuestión del Reino de Dios hemos tenido la tentación de caer en una visión del Reino de Dios demasiado horizontalista, mundana, secularista, y lo hemos identificado con la justicia, la paz, la democracia, la igualdad, la sostenibilidad… Y, efectivamente, el Reino de Dios, tiene una dimensión horizontal, de mundo, secular, es eso, pero no es solamente eso. Además de tener una dimensión horizontal necesita de la dimensión vertical, de la JUSTICIA, de la PAZ, de la FRATERNIDAD, y esa mayúscula se la da Dios. Por eso, sin sacramentalidad no hay Reino de Dios. El Reino de Dios sin presencia de Dios en la historia, sin sacramento, no llega a ser Reino de Dios. Jesús nos dice que para que esa horizontalidad se dé en su plena expresión hace falta que la verticalidad, Dios, esté presente de forma explícita en la historia. A eso se le llama sacramentalidad. No podemos amar plenamente, como Jesús nos ama, sin Jesús. Por eso la Iglesia, con tanta sabiduría, dice de sí misma que es sacramento universal de salvación, porque es para todos y porque es el Cuerpo de Cristo en medio del mundo. Esta cuestión de la sacramentalidad, va mucho más allá de los siete sacramentos y me parece vital, fundamental el hecho de que realmente podemos ser hijos e hijas, hermanos y hermanas, en verdad, con Jesús.

10ª. Relacionar la misión de Jesús con la Resurrección. Su misión sigue activa visitando, sirviendo, obedeciendo al Padre, porque está vivo y resucitado. Hoy, resucitado, la misión de Jesús es presente, ahora y, fundamentalmente, consiste en hacer discípulos misioneros, apóstoles, personas enamoradas y apasionadas por el Reino. Jesús sigue siendo misionero inspirándonos para colaborar con Él, con su Padre y con la Iglesia en la misión del mundo. La acción fundamental del Espíritu Santo, no la única, es la de suscitar, promover, crear personas que se sientan hijos, hijas, hermanos, hermanas, personas que quieran ser fieles a Dios. Y este Espíritu Santo, que nos vincula a cada uno de los bautizados con la Iglesia, con Jesús y con Dios Padre, nos remite a esa primera idea de esas 4 misiones diferentes pero que son indivisas.


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