
Para los que no le
conocéis, Mikel es diacono permanente en la Diócesis de San Sebastián y trabaja
en la misma llevando areas como la pastoral familiar entre otras. Formó parte
de la Fraternidad Molante y sigue siendo de la familia.
La ponencia fue un
regalo y nos sentimos como en casa. Esperamos que lo disfrutéis y os sirva de
guía para reflexionar.
Eskerrik asko Mikel!
LA MISIÓN DE JESÚS
Mes extraordinario misionero.
Ayer empezó el Sínodo de la Amazonía, en el día de San Francisco de Asís, y es
un momento especial para la Iglesia.
Así, pues, he
recopilado unas ideas en torno a la misión de Jesús:
1ª. Entre todas, la
más teológica. Quiero subrayar que hay una relación intrínseca, una comunión
entre la misión de Dios Padre (teológica), la misión de Jesús (cristológica),
la misión de la Iglesia (eclesiológica) y la misión de cada bautizado
(personal). Son misiones diferentes pero indivisibles a las que une el Espíritu
Santo, y que compartimos cada uno de los bautizados con el sacramento de la
Iglesia, con Cristo y con Dios.
2ª. Jesús y su
misión. Cuando hablamos de la misión de Jesús hablamos poco de su vida oculta y
yo creo que estos 30 años de vida oculta de Jesús son tan importantes como sus
tres años de vida activa. Como sabéis Jesús se marchó al desierto 40 días. Su
vida oculta y el desierto fueron tiempos de discernimiento sobre cuál era su
misión, su sentido de la vida, cómo quería orientar su existencia… No hay
misión sin discernimiento.
3ª. En la persona de
Jesús vemos como identidad, vocación y misión coinciden. No hay doblez no hay
mentira, no hay máscara, no hay fracción sino unidad, coherencia. Si Jesús se presenta como modelo de madurez
humana es por su coherencia entre su esencia, su deseo más profundo y su
misión. Muchas veces nos encontramos con esta fracción interna: “No hago el
bien que quiero, hago el mal que no quiero” (San Pablo).
4ª. Necesitamos creer
que Jesús alcanzó la plenitud del ser misionero en la impotencia de la cruz, en
el suelo… La cruz es la expresión máxima, plena, de la acción salvífica de
Cristo, de su fidelidad al Padre. Es su máxima misión expresada en la máxima
impotencia. Porque misión no se identifica con activismo sino con fidelidad.
5ª. Todo apostolado,
toda misión, toda salida tiene necesariamente su fundamento en la vida de
oración y en la vida interior. Jesús durante su vida activa vive muchos momentos
de soledad, oración, vida interior. El motor de la actividad, del servicio es
justamente la pasividad, el encuentro en la oración, alma de todo apostolado.
6ª. ¿Cuál es la
misión de Jesús? La obediencia al Padre. No tiene un plan establecido. Cuestión
fundamental: a quién obedecemos. La antropología teológica y la moral hablan de
tres posibilidades: la heteronomía (vivir bajo las normas ajenas). Hoy en día,
en nuestro contexto, donde la libertad es un valor tan considerado, la heteronomía
suscita rechazo. En su contra estaría la autonomía: El criterio de mi actividad
y mi actuación soy yo y mis propias normas a las que obedezco. En teología
moral, cristología y antropología teológica se habla de la experiencia de
Jesús: la teonomía (Dios no es alguien extraño, pero al mismo tiempo es
trascendente, está más allá de mí mismo y al mismo tiempo es más interior que
mi misma intimidad). La teonomía, misterio de la fe, es la obediencia a Dios,
realidad que está en mi interior, pero que al mismo tiempo me trasciende. Por
eso la teonomía no se puede equiparar ni con la heteronomía ni con la
autonomía. La misión de Jesús fue la teonomía, la obediencia al Padre.
7ª. Jesús es muy
consciente de que su misión no es suya, sabe que es enviado, que es colaborador
y cooperador con el Padre, como Hijo, en la instauración de su Reino. Jesús, en
su vida, no actúa nunca como un francotirador porque sabe que la misión no es
suya ni le pertenece. Jesús es el ENVIADO y el MISIONERO. Nuestra misión y
nuestro modelo de ser enviados lo tenemos en Él.
8ª. El Reino de Dios
es vivir, servir, trabajar por un mundo donde todos nos sintamos hijos e hijas
de Dios, por tanto, hermanos y hermanas. Es la fraternidad donde imperan la
ilusión, la integración, la comunión, la solidaridad, la opción preferencial
por las personas más desprotegidas, los últimos. De esa visión de las cosas
deriva la denuncia contra aquello que crea injusticia y exclusión, así como la
opción preferencial por las víctimas. Lo importante: Entender el Reino de Dios
como fraternidad inclusiva, integradora. A eso se dedicó Jesús y por eso le
mataron. Por querer constituir una sociedad fraterna.
9ª. Muchas veces con
la cuestión del Reino de Dios hemos tenido la tentación de caer en una visión
del Reino de Dios demasiado horizontalista, mundana, secularista, y lo hemos
identificado con la justicia, la paz, la democracia, la igualdad, la
sostenibilidad… Y, efectivamente, el Reino de Dios, tiene una dimensión horizontal,
de mundo, secular, es eso, pero no es solamente eso. Además de tener una
dimensión horizontal necesita de la dimensión vertical, de la JUSTICIA, de la
PAZ, de la FRATERNIDAD, y esa mayúscula se la da Dios. Por eso, sin
sacramentalidad no hay Reino de Dios. El Reino de Dios sin presencia de Dios en
la historia, sin sacramento, no llega a ser Reino de Dios. Jesús nos dice que
para que esa horizontalidad se dé en su plena expresión hace falta que la
verticalidad, Dios, esté presente de forma explícita en la historia. A eso se
le llama sacramentalidad. No podemos amar plenamente, como Jesús nos ama, sin
Jesús. Por eso la Iglesia, con tanta sabiduría, dice de sí misma que es
sacramento universal de salvación, porque es para todos y porque es el Cuerpo
de Cristo en medio del mundo. Esta cuestión de la sacramentalidad, va mucho más
allá de los siete sacramentos y me parece vital, fundamental el hecho de que
realmente podemos ser hijos e hijas, hermanos y hermanas, en verdad, con Jesús.
10ª. Relacionar la
misión de Jesús con la Resurrección. Su misión sigue activa visitando,
sirviendo, obedeciendo al Padre, porque está vivo y resucitado. Hoy,
resucitado, la misión de Jesús es presente, ahora y, fundamentalmente, consiste
en hacer discípulos misioneros, apóstoles, personas enamoradas y apasionadas
por el Reino. Jesús sigue siendo misionero inspirándonos para colaborar con Él,
con su Padre y con la Iglesia en la misión del mundo. La acción fundamental del
Espíritu Santo, no la única, es la de suscitar, promover, crear personas que se
sientan hijos, hijas, hermanos, hermanas, personas que quieran ser fieles a
Dios. Y este Espíritu Santo, que nos vincula a cada uno de los bautizados con
la Iglesia, con Jesús y con Dios Padre, nos remite a esa primera idea de esas 4
misiones diferentes pero que son indivisas.
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